FAMILIAS RESILIENTES ANTE LA CRISIS: ¿Qué hemos aprendido?

¿Estamos preparados para una nueva situación pandémica? ¿Hemos aprendido a gestionarnos? ¿Cómo es la relación con nuestros hijos después de esto? ¿ha cambiado algo? Evidentemente, después de una crisis llegan momentos de aprendizaje, pero realmente ¿para qué nos ha servido?

Creo que todas las familias, todos los padres, hemos de evaluar y ser conscientes de lo que ha ocurrido en esta situación. Después de unos años de dificultad ahora nos llega la postcrisis: depresiones, ansiedad, gestión de emociones, ¿y ahora qué? …. Y, sin embargo, parece que todo esto haya pasado ya.

No olvidemos que estamos en un sistema incierto, vulnerable, fácil de desequilibrar… y la familia es el termómetro de la sociedad. Si la familia no aprende, poco podremos hacer para avanzar.

¿Qué le hemos trasladado a nuestros hijos? ¿Hemos reflexionado con ellos sobre lo que ha ocurrido? Y, nosotros, ¿Qué nos llevamos?

Nada de esto es fácil. Y pensamos, cual jóvenes, que esto ha sido un momento que no volverá a ocurrir y que no tiene que pasar nada. Que tenemos que seguir nuestras vidas como si nada. Pero estamos muy equivocados. Este sistema se puede desmoronar con una guerra, con una pandemia, una crisis económica, un volcán… quien sabe.

Sin embargo, la familia es fuerte, los lazos y los vínculos generados son lo que sostiene este engranaje para seguir gestionando y manejándonos en situaciones de crisis. De hecho, son las etapas evolutivas de la familia y sus propias crisis internas las que nos hacen crecer, las que nos hacen seguir adelante y ser más capaces y con más potencialidades para salir adelante.

La muerte de un familiar, una separación, la adicción de un miembro de la familia, un accidente, el nido vacío, una herencia… nos sentimos vulnerables ante cualquier circunstancia. Si en cualquiera de estos procesos la familia habla, se comunica, aprende, y lo hace conscientemente; es una familia que crece, que se hace más fuerte. Aceptar y comprometernos a asimilar lo aprendido; es el método para enfrentarse a ello.

Si repasamos los momentos más positivos de la pandemia hemos de darnos cuenta de los siguientes aspectos:

  • Hemos pasado más tiempo con nuestros hijos y con nuestras familias.
  • Fuimos capaces de crear actividades para estar este tiempo con ellos.
  • Nos comunicamos, hablamos, se formaron espacios para transmitir.
  • Sin duda alguna, hablamos de nuestros sentimientos y nuestras emociones: de nuestros miedos, de nuestras esperanzas, del dolor, del bienestar, de la muerte, de la supervivencia…
  • Fuimos conscientes de la debilidad y eso nos hizo más fuertes y capaces.

“Para cuidar hemos de ser capaces de cuidarnos a nosotros mismos”.

Sólo así seremos capaces de escuchar y atender a los miedos y sentimientos de nuestros hijos y de nuestros mayores. Sin olvidarnos que para cuidar a otros tenemos que cuidarnos nosotros mismos. Por lo que nos centramos también en:

  • Prestar atención a nosotros mismos.
  • Dedicarnos tiempo a nosotros.

Y, quizás, lo más necesario: hablar de emociones. Nombrar nuestras emociones, decodificarlas y compartirlas es un poco como darnos cuenta, cuando encendemos la luz, de que en la oscuridad no hay nada que temer. “Encender la luz” a nuestros hijos sobre lo que pasa por su mente, ayuda al niño a tener coraje de explorar sus emociones, reconocerlas y aprender poco a poco a manejarlas. Afrontamos nuestros miedos y ayudamos a nuestros hijos a enfrentarse a la frustración, al malestar, a la desidia… Sin duda alguna, nos ha ayudado a socializar, a entablar relaciones y a protegernos de futuras y venideras crisis.

Por eso la propuesta en este artículo no se trata de cómo hemos superado una situación de crisis; sino más bien cómo nos vamos a enfrentar de nuevo a otra crisis. Por lo que es importante que tengamos en cuenta qué es lo que hemos realizado durante este tiempo:

  • Nos hemos cuidado a nosotros mismos, dedicándonos un tiempo.
  • Hemos socializado con aquellos que más cerca sentimos.
  • Hemos dedicado tiempo para el ocio y el bienestar.
  • Se ha hablado de emociones y de sentimientos.
  • Hemos hecho ejercicio físico.
  • Hemos meditado u orado.
  • Y hemos estado con nuestros hijos y con nuestras familias tratando de enfrentarnos al día a día, juntos; aunque no siempre en armonía, pero esto nos hizo crecer.

Las familias resilientes de hoy en día tienen que:

comunicar, entablar relaciones y no olvidarse de sí mismas.

Gabriel González Ortiz.

Psicólogo y Terapeuta Familiar

SERENDIPIA. Centro de Terapias y Formación.