Si observamos la relación de hermanos que hemos tenido y que tenemos en nuestra vida, observamos diferencias en el tipo de relación según las etapas que vayamos cruzando. Hemos de tener en cuenta que el vínculo que se desarrolla entre los hermanos abarca todo el arco del ciclo vital… es con quien se comparte gran parte de las competencias sociales y las experiencias relacionales y afectivas necesarias para el desarrollo y; por tanto, existe una relación de enfrentamientos en diferentes niveles.
El hermano es la persona con la que vamos a compartir nuestras vivencias más cercanas y en este aspecto es con quien vamos a tener mayor rivalidad y competencia. Dentro del sistema familiar, los hermanos constituyen el subsistema fraterno, que, según Minuchin supone “el primer laboratorio social en el cual los hijos pueden consolidar sus relaciones entre coetáneos. En este contexto los hijos se apoyan, se aíslan, se acusan recíprocamente y aprenden uno del otro. De este modo, coetáneos e hijos aprenden a negociar, a cooperar y a competir”.
Así, pues cuando hay este tipo de relación hemos de tener en cuenta que ESTÁN APRENDIENDO. Y lo hacen mutuamente: el grande cogiendo su espacio, el pequeño enfrentándose al grande y así, sucesivamente. Este punto es el que a los padres nos saca de nuestras casillas; pero si recordamos nuestra relación de hermanos, aunque hay diferencias, también ocurría lo mismo. ¿Por qué ponernos nerviosos?
Entre los hermanos se crea una intensa vinculación afectiva, pero frecuentemente también existen otros sentimientos negativos entre ellos como agresividad y hostilidad, celos y separación. La existencia de la rivalidad fraternal es un hecho indiscutible y casi imposible de evitar.
Cuando hablamos de rivalidad no nos estamos refiriendo a agresividad ni a violencia. Todos hemos vivido (bien con nuestros hermanos o con nuestros hijos) que los hermanos pueden estar muy unidos y, sin embargo, en ocasiones, se enzarzan en peleas y discusiones interminables por los motivos más nimios y acto seguido, se muestran el máximo de los afectos.
La rivalidad entre hermanos se produce, fundamentalmente, para atraer la atención de los padres y para mantener una posición de poder. Por ello, un momento crítico en el ciclo evolutivo de la familia, en el que es muy probable la aparición de la rivalidad provocada por los celos, es la llegada de un nuevo hermano.
Los celos son un estado afectivo caracterizado por el miedo a perder o ver reducidos el cariño y la atención de alguien querido, porque la persona amada prefiera a otra. Este sentimiento suele ir acompañado de envidia y resentimiento hacia quien se percibe como rival.
Vamos a ver algunas sugerencias para no fomentar la rivalidad entre los hermanos:
- La rivalidad entre hermanos va a existir. Si nosotros, los padres, nos ponemos nerviosos y nos alteramos; sin querer, estamos atendiendo a uno y a otro, aunque nuestra atención sea a base de regañarles.
- La más importante es evitar las comparaciones entre ellos, ya que éstas intensifican la rivalidad. Se debe valorar a cada niño individualmente, por lo que son, no por lo que hacen. Ayudándoles a fomentar sus puntos fuertes.
- Dejar que ellos resuelvan sus disputas. En sus enfrentamientos van a tratar de que nosotros nos posicionemos; hemos de aprender, como padres, que tienen que resolver sus controversias y nosotros entrar cuando ya no hay más remedio. Solamente intervenir en conductas inaceptables (agresiones, insultos y otros)
- Hay que tener en cuenta la edad de cada hijo, evitando que sea siempre el mayor el que asuma la responsabilidad del cuidado del menor para no sobrecargarlo, porque los mayores siguen siendo niños.
- También hay que tener en cuenta las características de cada uno que, junto con la edad, nos van a pedir un trato diferencial, no es adecuado tratarlos a todos por igual. Esto también nos llevará a fomentar los intereses individuales de cada hijo y a respetar su espacio de juego e intimidad.
- Es beneficioso fomentar la cooperación entre los hermanos, ya sea en la colaboración de las tareas de la casa, como en las actividades de juego.
- Cuando los ánimos se hayan calmado y aprovechando un momento de tranquilidad, se puede trabajar con ellos cómo resolver un conflicto y llegar a acuerdos.
Todo ello, puede ayudar, pero no podemos olvidar que la rivalidad entre hermanos es inevitable y que además es útil porque los niños aprenden cuándo y por qué se debe ceder, a ser tolerantes, a compartir, a manejar la agresividad y a utilizar estrategias de negociación. La rivalidad forma parte de las relaciones entre hermanos y es una etapa que va a permitir el paso a la colaboración y a los sentimientos de solidaridad. Los padres, en su labor como educadores, deben guiar su actuación para conseguir que los sentimientos rivales se transformen en actitudes socializadoras.
Gabriel González Ortiz.
Psicólogo en SERENDIPIA